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miércoles, 30 de junio de 2010

PARAGUAY NO ESPERA

"Lo que opinan los españoles de Paraguay"
 
J. Antonio Espina | 30/06/2010
No hay tópico más aburrido en fútbol que un cero-cero, ni más doloroso que perder por esa moneda al aire que llaman tanda de penaltis. Por los escasos centímetros que van de un larguero a la red se quedó Japón fuera de sus primeros cuartos mundialistas y por esa misma rendija ha llegado Paraguay a la que, hasta el sábado al menos, será su mejor actuación en este torneo. Contra España. Komano, el lateral nipón que falló la pena máxima, se marchó llorando de luto, así que a estas horas y volviendo a recurrir a los tópicos muchos andan temiendo su condición de japonés: ¿Se habrá hecho el hara-kiri?
Esperemos que no. Y es posible que ni pudiera, porque a esos samurais azules que tanto lo bordaron ante Dinamarca se les notó en Pretoria la falta de un filo, de una katana que les ayudara a rebanar a Paraguay. Partido tostón, de uno y otro lado, al que para contarle las ocasiones apenas bastaría una mano. Y Paraguay en su salsa, claro.
Para matar a estos guaraníes hace falta mucho más que la inercia. Si son favoritos, te ganarán siempre. Si son iguales, te acabarán venciendo, algo que explicaría más o menos lo de ayer. Y si son peores, te costará sangre echarles: Francia, en el 98, les eliminó en la prórroga de octavos, 1-0. Alemania cosechó idéntico resultado en la misma ronda de 2002. Ahora, ya en cuartos, que se aplique el cuento Del Bosque.
La especulación. Paraguay es algo así como una Italia del Sur, un MacGyver del fútbol al que sólo le hace falta un alambre y una canica para construir la pistola y matarte. De ella sí que un esperábamos ayer contemporización y compadreo. Estos guaraníes especulan como maestros, dominan el despeje, se amparan en el rebote o la jugada aislada. Paraguay no quería, Japón no se atrevió a lanzarse. El balón parado monopolizó el (semi) peligro de la mayor parte del choque. Entre medias, miedo y tensión. El guión escrito.
Con Santa Cruz exiliado en la banda, Paraguay vivió dos momentos de improvisación, calcados, dos maravillosos controles en el área cuyos disparos abortó Kawashima. A principios del partido, Lucas Barrios; a finales, Valdez. Honda, ese rubio teñido que gobierna Japón y al que ha alumbrado planetariamente el Mundial, fue una isla incómoda hasta bien entrada la segunda parte, cuando su entrenador decidió ponerle a un ariete, Okazaki, por delante. Sólo entonces, en esa recta final del partido, dio Japón la sensación de alegría atacante que le había caracterizado durante el torneo. Pero no llegó el gol, sino la prórroga, más especulación... y los penaltis. Zona de listos, zona de Paraguay, esa Italia del Sur que por fin alcanzó los cuartos gracias a su esencia.

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