Este texto lo escribí hace un año atrás si la memoria no me falla y las pocas neuronas que me quedan no me decepcionan, nunca lo publique por cuestiones personales(timidez mental..jaja), y teniendo en cuenta lo escrito por el zorro, me animé también a fregar estas palabras fusionadas a los ojos de los ñacurutú bloggers, de un tiempo a esta parte nada ha cambiado, a continuación no muy buena lectura pero es lo que hay…
“En el capítulo de hoy ilustraremos la caótica travesía casi maratónica por llegar a la casa de estudios usufructuando un transporte público. El destino: Campus universitario de la UNE. 18:15 marcaba el reloj de arena, hora pico, gente rumbeando al hogar luego de la ardua jornada diaria, un desfile sincronizadamente caótico de máquinas con cuatro y 2 ruedas y para completar el paradisíaco clima urbano imperante una tímida llovizna caía mansamente sobre territorio esteño.
Era unos de los primeros días de clase y me apresuraba en llegar a tiempo, o mejor no atrasarme más de lo que ya estaba. Me uní junto a la “masa esperante de colectivo”, y sin que transcurriera medio minuto el letrero indicativo de “Universidad” ya se divisaba a lo lejos junto al bus, (la sonrisa pintada en mi rostro ya no sería sino una ironía de lo que pasaría después) y casi coreografiadamente hicimos “la para”. El chofer muy obediente como de costumbre asentó con la cabeza, paró el carro y subimos los pasajero$, mejor dicho subieron ellos, pues yo al principio quede avasallado por la turba que a toda costa ansiaba subir al bus que lo llevase a sus respectivos destinos y ya resignado reflexione: “Ndi!, esta muy lleno mejor espero otro nomás”, dando un paso al costado, hasta que fui interrumpido por alguien vociferando desde el otro extremo del ómnibus: “nde cuate!, ko’ape nde jata!”, indicándome que había lugar, era el guarda o secre del chofer quien me gritaba desde la puerta trasera, sin dudar di otros pasos-en ese caso largos- y en un salto ya me veía dentro del colectivo, bueno, casi, con un pie dentro y otro fuera para ser preciso.
“Atájense quien pueda!” gritaba uno pero yo me ataje como pude. El ómnibus-valga la redundancia-estaba abarrotado de gente, había personas hasta por el techo,“tampoco la exageración” dirán, pero lo veo necesario para situarnos en esa travesía poco usual que cualquier amante de lo extremo envidiaría. Y el guarda es fiel ejemplo de eso, mientras yo casi afuera, el “guardaman” estaba afuera por completo y emulando a algún surfista o a tarzan o a algún skater, que se yo! iba atajándose por la puerta, ventanilla o en el peor de los casos alguien lo sujetaba, iba esquivando a todo árbol, poste, coche que encontraba por el camino alias al costado del camino. En cuanto yo, medio aplastado contra la muralla humana me lamentaba y reía de la inhumana forma de viajar (menos mal, era un viaje corto!), me lamentaba porque correspondía y reía porque no me quedaba otra. El personaje ese tendrá un santo aparte, por suerte no sufrió ningún rasguño, me temo que la experiencia exorbitante en ese tipo de maniobras laborales le brinda cierta seguridad.
Hablando de seguridad, la seguridad de viajar como podrán percibir es lo que menos importa, siguiendo con la familia de palabras, lo más seguro cuando un transporte público este así de lleno, sin espacio, sin aire, sinsentido, se espera que prosiga sin parar en el trayecto y vaya directo al destino pero oh!, vaya sorpresa, el muy caradura del chofer seguía alzando a más y más pasajero$, mientras el cómplice guarda compañero suyo gritaba: “hagan espacio, hay todavía lugar!”(?!), siendo que este a la suerte cabía dentro del camión y el “atájense quien pueda!”se escuchaba a buena hora de nuevo. Y subía nomás uno más al ómnibus-sardina, y el amigo guarda, en esos momentos convertido ya en héroe y antihéroe, ni corto ni perezoso, que hasta se olvidaba de atajarse en ocasiones no se olvidaba de cobrar-pechear el pasaje. “Dos mil treciento pikoma la pasaje?!” exclamó ofuscado uno de los últimos a subir, “pero yo nio tengo dosmil’i noma!” continuaba con tono lamentador, “erukatu pea”! respondió el cobradorsurfistaarreadorguarda.
Qué más se podía esperar a esa altura. Tenemos entonces: ómnibus lleno, personas colgándose por todas partes y el chofer métale acelerador.
Y realmente, qué se puede esperar, el colectivo a esas horas se convierte en la última gaseosa de los universitarios que desean saciar la sed de conocimiento yéndose al local universitario. Lo expuesto aquí constituye una sola parcela de la problemática o mejor los obstáculos que el universitario paraguayo debe sobrellevar y esquivar. Lastimosa, penosa y descaradamente las autoridades y entes correspondientes un solo ápice mueven para mejorar esta situación, y los empresario transportistas por lo que vemos poco o nada les importa en que condiciones y formas viajan sus usuarios. Y lo peor de todo es que se paga un cierto monto por el servicio pero nada se recibe a cambio, a no ser una tremenda sensación de inseguridad e incomodidad. Y bueno, es nada más un jaheo-plagueo mío y creo que de muchos también, un atisbo de realidad percibida, imitando a los ojos del ñacurutú.
Hasta la vista.
Joel C.
2 comentarios:
que buena foto!!! jajaja!! igualitooo a CDE!!!
oye Joel...sabes que chico, tienes el 100% de razón con esto de los buses...es más que realiad...es una pesadilla!!! pero esto es Paraguay, y aquí todo se vale...!!1sigue escribiendo...
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