Después de mucho preguntar, hemos llegado a la conclusión de que la vocación por el periodismo tiene un claro diagnóstico. Los síntomas son más que evidentes: si un niño, desde muy temprana edad, no deja de preguntar el porqué de todo, no para de escudriñar la realidad con unos ojos que rezuman curiosidad, no para de hablar, de contar, de leer, de querer saber más… Puede que, aunque todavía sea muy pronto para plantarle un micrófono en las manos, ya haya sido tocado por el halo inescapable del periodismo.
Cuando pasen los años y esos primeros rastros de personalidad deriven en un carácter audaz, inquieto y perspicaz, ya estará en el proceso de cultivo. Llegará el momento en el que verá que igual es capaz de resolver tanta injusticia con su pluma, o que al menos podrá encontrar la verdad y demostrarla. En definitiva, creerá que puede cambiar el mundo. Entonces, habrá nacido un periodista de los pies a la cabeza. Un profesional que podrá practicar miles de oficios pero siempre será eso, periodista, porque es una profesión que la vocación instaló en su corazón, y eso no se borra fácilmente.
Durante el día de hoy hemos estado preguntando a diferentes periodistas por qué eligieron esta profesión. En la mayoría de sus respuestas han dibujado a un niño similar al que describíamos en el primer párrafo. “Mi madre decía que le tenía harta de tanto preguntar el porqué de todo, y aún sigo con la costumbre, así que lo mejor es hacerlo a gran escala, no sólo en mi casa”, comentaba Luis Tejo. “Me encantaba escribir para contar cosas, siempre he sido muy curiosa y he querido saber el porqué de todo lo que ocurría” decía Patricia Pamos. O “ aquella profunda curiosidad que sentía por todo y todos, y lo bien que me sentía escribiendo” a la que aludía Fátima Abdallah.
También los hay que ya, desde pequeñitos, optaron por crear sus primeras redacciones o improvisados estudios de tele y radio en sus casas, como cuenta Alfonso Somoza: “a mí siempre me gustaba trastear con micros, en el sótano de un amigo hacíamos radiofórmula con cintas de cassete y un stereo de SONY, teníamos 10 años o así”. O Diego Valiño, que incluso creó un periódico mensual para repartir a sus familiares. Al igual que Carmen Sánchez, que jugaba a “hacer la tele” delante de sus padres.
Pero, aunque parezca mentira, la contestación más recurrente ha sido un tristemente dubitativo “no sé, creía que podía cambiar el mundo”. Y es que parece que esta carrera, cuando comienza a asomar por las conciencias de aquellos pequeños inquietos que sueñan con ser periodistas, está caracterizada por el compromiso social. El mismo que lleva a querer investigar y hacer llegar información a gente que ni siquiera conoces, pero sabes que tienes que ayudar. Y tu palabra es la manera de hacerlo.
Este post es un homenaje a todos esos niños que soñaron con ser periodistas para cambiar el mundo y que seguramente, después, la realidad no les permitió hacer aquello que deseaban. Igual un día deberíamos plantarnos y no renunciar tan fácilmente a nuestros sueños de la infancia, ¿no?
3 comentarios:
Excelente post! :)
``no sé,creía que podía cambiar el mundo´´, es una frase que encierra una palabra que considero magica CREER, y todo gran cambio o avanze en un estamento, institución, o porque no el país, encuentra su impulso cuando el individuo que lo conforma CREE que puede aportar para una tranformación..porque dice un refrán ``Querer es poder´´
mo'opio seccionalero, no sabes nada y te pasas dando catedra de politico, en el rectorado te pasas cebando tereré a Lili, al Vice Rector y al Rector para congraciarte con ellos.
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