(Y por casa..., como andamos?)
El rector de la Universidad Nacional, Ing. Pedro Gerardo González, no encuentra diferencia entre ser el rector de una universidad y un operador político de una de las corrientes de un partido político. Tampoco distingue la función netamente académica y administrativa que le confía la ley al frente de la universidad de la propaganda y el activismo proselitista que estuvo haciendo en favor de una lista de candidatos del Partido Colorado, dentro del ámbito universitario.
Cuando la Constitución Nacional establece la autonomía universitaria lo hace para preservar su forma de gobierno y sus planes de estudio de la influencia nefasta del poder político, con el propósito de evitar que la mentalidad de la juventud se contamine del verticalismo, del autoritarismo y de la corrupción.
Asimismo, con la autonomía universitaria se busca proteger a los académicos del virus del sectarismo, y de esa forma se garantiza la neutralidad de la investigación. Los componentes del cuerpo docente, entre quienes se encuentra el rector y los decanos, pueden tener sus preferencias políticas, tal como lo proclamó en su defensa el rector, pero esas preferencias deben quedar en la casa. Ni siquiera deben acompañarlos al salir a la calle, ya que el uso del espacio público conlleva la investidura universitaria.
En su casa el rector puede ser Pedro, papá, tío o cualquiera de las categorías familiares, pero en la calle y más aún en la universidad es rector, es el representante oficial y legal de la universidad y, por tanto, el representante de sus más preciados valores, como por ejemplo la autonomía.
El hecho de que el rector de la Universidad Nacional, acompañado de algunos decanos de varias facultades, hayan manifestado públicamente su adhesión a una de las listas partidarias en un clima de pleno proselitismo no constituye la simple manifestación de una opción electoral, sino una grosera violación del estatuto de la Universidad Nacional que debe interpretarse como una expresión de sectarismo político, luego justificado con actitud fanática al estilo de “¡soy colorado y qué!”.
La Universidad Nacional tiene autonomía, pero su autarquía depende en gran medida del Presupuesto General de la Nación, lo que convierte al rector de esta universidad en una figura nacional, no en un operador político y menos aún en un activista de una de las listas en medio de las internas, siempre groseras, de nuestros partidos políticos.
Pero la situación es fácil de entender desde una lógica estrictamente prebendaria y clientelar. El rector y los decanos son ordenadores de gastos de sus respectivas instituciones. Estas instituciones cuentan con funcionarios, en la mayoría de los casos admitidos durante la era colorada y por tanto mediante los méritos de la afiliación, la recomendación y el padrinazgo.
El “mensaje” del señor rector y de los señores decanos de las facultades, entre otras, de Ingeniería, Filosofía, Química, Politécnica, del vicerrector y otros, estaba dirigido justamente a estos funcionarios, a quienes estudian gracias a las becas y a quienes enseñan gracias a “favores de arriba” a fin de recordarles que tienen facturas impagas con el régimen, el régimen de la demos-gracia, instaurado durante los gobiernos colorados y supuestamente derrotado, pero en realidad sostenido hasta hoy por personajes como el rector magnífico.
En momentos en que la sociedad es estafada por determinadas “universidades privadas”, que en realidad son verdaderas fábricas de cartones, hubiera sido gratificante que la nacional salvara el prestigio, tomando distancia de la corrupción y la perversa contaminación partidista que permea las fibras más nobles de la sociedad, el Estado y la universidad.
ebritez@abc.com.py
Cuando la Constitución Nacional establece la autonomía universitaria lo hace para preservar su forma de gobierno y sus planes de estudio de la influencia nefasta del poder político, con el propósito de evitar que la mentalidad de la juventud se contamine del verticalismo, del autoritarismo y de la corrupción.
Asimismo, con la autonomía universitaria se busca proteger a los académicos del virus del sectarismo, y de esa forma se garantiza la neutralidad de la investigación. Los componentes del cuerpo docente, entre quienes se encuentra el rector y los decanos, pueden tener sus preferencias políticas, tal como lo proclamó en su defensa el rector, pero esas preferencias deben quedar en la casa. Ni siquiera deben acompañarlos al salir a la calle, ya que el uso del espacio público conlleva la investidura universitaria.
En su casa el rector puede ser Pedro, papá, tío o cualquiera de las categorías familiares, pero en la calle y más aún en la universidad es rector, es el representante oficial y legal de la universidad y, por tanto, el representante de sus más preciados valores, como por ejemplo la autonomía.
El hecho de que el rector de la Universidad Nacional, acompañado de algunos decanos de varias facultades, hayan manifestado públicamente su adhesión a una de las listas partidarias en un clima de pleno proselitismo no constituye la simple manifestación de una opción electoral, sino una grosera violación del estatuto de la Universidad Nacional que debe interpretarse como una expresión de sectarismo político, luego justificado con actitud fanática al estilo de “¡soy colorado y qué!”.
La Universidad Nacional tiene autonomía, pero su autarquía depende en gran medida del Presupuesto General de la Nación, lo que convierte al rector de esta universidad en una figura nacional, no en un operador político y menos aún en un activista de una de las listas en medio de las internas, siempre groseras, de nuestros partidos políticos.
Pero la situación es fácil de entender desde una lógica estrictamente prebendaria y clientelar. El rector y los decanos son ordenadores de gastos de sus respectivas instituciones. Estas instituciones cuentan con funcionarios, en la mayoría de los casos admitidos durante la era colorada y por tanto mediante los méritos de la afiliación, la recomendación y el padrinazgo.
El “mensaje” del señor rector y de los señores decanos de las facultades, entre otras, de Ingeniería, Filosofía, Química, Politécnica, del vicerrector y otros, estaba dirigido justamente a estos funcionarios, a quienes estudian gracias a las becas y a quienes enseñan gracias a “favores de arriba” a fin de recordarles que tienen facturas impagas con el régimen, el régimen de la demos-gracia, instaurado durante los gobiernos colorados y supuestamente derrotado, pero en realidad sostenido hasta hoy por personajes como el rector magnífico.
En momentos en que la sociedad es estafada por determinadas “universidades privadas”, que en realidad son verdaderas fábricas de cartones, hubiera sido gratificante que la nacional salvara el prestigio, tomando distancia de la corrupción y la perversa contaminación partidista que permea las fibras más nobles de la sociedad, el Estado y la universidad.
ebritez@abc.com.py
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