El periodista es constantemente observado por lo que hace o deja de hacer. Es insultado, asediado, injuriado y tratado de mentiroso, coimero, sinvergüenza, tanto por sus propios colegas como por algunos funcionarios públicos previamente investigados. A veces también es amenazado de muerte. Pero el gran público no sabe que, salvo muy raras excepciones, apenas sobrevive con un sueldo más que miserable, él y su familia.
Sin embargo, el que es un verdadero periodista de raza, ese que le ha picado bien fuerte el bichito de esta profesión, no la cambia por nada del mundo. Aún sabiendo que su vida pueda correr peligro, no sólo por las amenazas anónimas, sino por el alto riesgo que supone estar constantemente estresado y ser un firme candidato a tener un infarto, en cualquier momento.
Es por eso que, el gran escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez dijo, en cierta oportunidad que "El periodismo es el mejor oficio del mundo" y daba a entender que el periodista era un ser privilegiado porque constantemente estaba buscando la verdad en sí misma y en los demás. Sin embargo, dejando la filosofía totalmente de lado, no se alcanza a explicar cuál era la utilidad práctica de la profesión.
Pocos saben que el periodismo paraguayo nace el 26 de abril de 1845 con el periódico oficialista "El Paraguayo Independiente", creado por el presidente Carlos Antonio López, con el propósito de defender la soberanía y la naciente independencia política nacional de su vecina, Argentina. Su gran mérito fue ser el primer periódico de aparición regular. Y solo algunos conocen que la verdadera función del periodista se basa en cuatro grandes premisas básicas y fundamentales, que son: investigar, informar, entretener y educar. Y nada más que eso.
Es normal que todo periodista reciba ataques debido a que este nunca presenta soluciones a los diversos problemas, solo hace criticas. El tema es que al profesional de la prensa, no se le paga para dar respuestas si no para que refleje en su crónica únicamente lo que ve, sin agregar ni quitar nada. Para eso se encuentran los funcionarios que fueron contratados, con muy buenos y jugosos sueldos, para resolver los problemas. Pero ellos tampoco hacen mucho. De ahí que reciban las correspondientes reproches.
Tampoco a nadie le importa que el periodista reciba presiones de todo tipo. Desde reclamos de la pareja e hijos por el poco tiempo que pasa con ellos, hasta indirectas sobre el tratamiento a dar en ciertos temas para que no generen conflictos de intereses entre medios y clientes. Pasando por compañeros envidiosos, “serruchadores de pisos”, “cepilleros” y otras clases de trepadores y paracaidistas de la profesión. Todo conspirará contra su salud, pero pocos comprenderán todo el esfuerzo que hace para llevar hasta el lector u oyente, la noticia.
El verdadero periodista no necesita del letrero de PRENSA en su móvil, pero en caso de tenerlo, jamás abusará de él, ni lo usará impunemente para estacionar en donde se le dé las reales ganas ni sobrepasará las velocidades límites, como lo harían aquellos simples locutores, animadores, operadores de radio, vendedores de publicidad, que acostumbran a pasearse muy orgullosos con dicho cartelito, sin merecerlo. Si la opinión pública, a la que el periodista diariamente le entrega todo sus esfuerzos y desvelos no lo apoya, ni lo ayuda a presionar a quien corresponda, la labor de la prensa no servirá para nada y todo seguirá igual, como siempre.
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