Viernes. Abril. En el fondo la lluvia solo daba
paso a la nostalgia. Dos personas hablan por teléfono. Distintas, distantes y
alguna vez complementadas. Lejos de lo que son, hablan de lo que fueron.
Ella mirando por la ventana de su oficina. Veía
como la lluvia empapaba la ciudad. El agua golpeaba la ventana y descendía como
lágrimas desde el octavo piso. Él sentado en su confortable sillón de cuero, de
espaldas al escritorio y mirando hacia el edificio donde sabía que trabajaba
ella. Ambos se observan, sin verse. Ambos se conectaban sin tocarse.
- ¿Cómo estás? – dice ella comenzando la conversación, y
dándole a su voz, su característica intimidad.
- Bien, y vos? – revela él, como escudriñando en su mente
respuestas que no hiera a ambos.
- Bien también…, disfrutando de la lluvia.
- Sí - dijo mientras se agacha, apoya el codo del brazo que
sostiene el teléfono sobre su rodilla izquierda, mientras apoya su frente sobre
el hueco de su otra mano - y es muy agradable la lluvia y el ajetreado mundo
en la ciudad allá abajo.
- Me remonta a otras épocas – dijo ella mientras observaba
hacia el cielo buscando una nube donde apoyar la mirada y los pensamientos.
Con un suspiro, él extrajo un recuerdo de su
mente. Un recuerdo que siempre le provocaba sensaciones encontradas.
-Hay un
perfume que siempre me recuerda a vos..., ANAIS ANAIS...., cuando huelo..., en mi mente vienen
los recuerdo y te veo en la ruta, con esas polleras largas y las sandalias de
cuero que usabas es esos tiempos..., haciendo colectas para alguna institución
de beneficencia.
- Que tiempos, ¿verdad? – preguntó ella - ¿Es un mal
recuerdo?.
Se
sobresalto ante la pregunta. - Nooo!!! Nunca…, fue lo más hermoso que me paso
en la vida..., porque tome una decisión en mi vida que hasta entonces era simple
y pase a construir MI MUNDO, sin que nadie me limitara. Encontrar personas como
ustedes fue lo más hermoso..., todas y especialmente vos..., que siempre me
apoyaste en todo..., y ME CONTENIAS.
- Me alegro por vos, porque te hayas encontrado – dijo ella,
sonriendo y recordando cosas que sólo ellos sabían.
- Creo todavía que tengo mucho de rebelde…, pero bueno...,
ahora otras personas me contienen – y dejó translucir un poco de añoranza.
- Obvio…, - puntualizó ella - yo perdí mi rebeldía hace
mucho. y la verdad, antes lo hacía sólo para no sentirme sola, por pertenecer a
un grupo…, una vez que te conocí, no necesite más de nadie. Esa es la verdad.
- ¡Que gusto!..., eso es lo más lindo que me dijeron en los
últimos días – mientras sus parpados se llenaban de lágrimas.
- Si…, - dijo, mientras un suspiro, le daba fuerzas para
continuar - tengo mucho que agradecerte…, y me alegro contigo por tus objetivos
logrados.
- A veces me pregunto, - decía él, con la voz entrecortada
por el nudo se iba formando en su garganta - ¿porque la parte más hermosa de la
vida no es eterna? Eternos hubiesen sido nuestros encuentros..., nuestros
amaneceres..., nuestras cenas y almuerzos..., y los días sentados bajo el árbol de
mango...., tomando tereré y solo preocupándonos por nuestro mundo..., pero como
dice Mario Benedetti..., "ya no somos los mismos"...,
- Es verdad…, tantas cosas admirables que pasaron, que agradable
es tener en la memoria lindos recuerdos, bellas sensaciones.
- De sólo pensar en esto "tengo ganas de comer
milanesas como ustedes lo hacían...,"
o "el guiso " que organizábamos rápidamente – dijo, intentando
recomponer fuerzas para no caer en el sentimentalismo.
- Ay!, mira un poco de todo lo que te acordás! – manifestó
entendiendo lo que le sucedía a él.
- Y conste que voy perdiendo la memoria..., pero esto es en
serio..., a veces no me acuerdo de los nombres de las personas – y soltó una
risa forzada.
- Estamos dos!..., es el exceso de información – pensó rápidamente,
para acompañar ese intento por no caer ella en el pozo de los sentimientos.
- Recuerdo tantos detalles..., - dijo, mientras dudaba si lo que pensaba lo diría o no - no sé…,
quizás algún día escriba para cuando me falle, eternamente la memoria, sepa lo
que pasé con personas tan generosas como ustedes.
- ¡Que pucha! – dijo con tono más reconfortante, como si un
gran peso les alivianara la conversación-, ¿cuántos años pasaron?, ¿verdad?...,
y no digas esas cosas…, las cosas una hace porque siente, porque quiere no se
deben agradecer…, no agradezcas tanto…, las cosas se dieron…, pero deberías escribir tus memorias.
- Bueno…, te dejo porque me voy a volver sentimental y el
clima me puede traicionar – dijo mientras brotaban de nuevo lagrimas en sus
ojos - mi corazón no está para sentimientos tan hermosos.
- Bueno…, me gusto escucharte…, besos- se despidió ella,
conociendo su secreto.
- Igual…, Chau- contestó él.
La lluvia seguía su rumbo. Y ellos, los
distantes, quedaron pensando en lo que nunca pasó.
1 comentario:
que lindo! es una de esas charlas que suelen generarse en noches largas o tardes de lluvia...
un placer leer un escrito así, un día lluvioso como hoy...
creo que de alguna manera todos los seres humanos guardamos en la memoria hechos que nunca sucedieron.. sí, por más contradictorio que suene.. esos momentos que anhelaremos toda la vida :)
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