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martes, 3 de julio de 2012

Pasiones encontradas envuelven al Juicio político

Escribe: Ricardo Steimberg


Desde hacía varios meses atrás que estábamos ya viviendo en un clima exageradamente enrarecido. Demasiadas tensiones provocadas por la inacción en muchos temas puntuales, creaban una irritación que de a poco iban deteriorando el buen humor, a la mayoría de la población.  Sin embargo, todo comenzaría ante sus dos primeros hitos. Los famosos primeros cien días de gobierno y durante el primer año de su gestión. 

Y en ambos, se pudo observar que no existía ningún plan a seguir, ninguna hoja de ruta que le indicara el camino a tomar. Lo que si se pudo apreciar, en aquel momento, es que su forma de implementar, sus pretendidos cambios, ante importantes urgencias eran lo tibio de sus decisiones y lo errático y contradictorio de sus declaraciones para con la prensa. Aquella primera medida tomada al suspender al Rally del Chaco en el 2008 para luego dar marcha atrás en el asunto.


Prometió muchos cambios, de los cuales solo hizo algunos tristes parches, pero nunca acertó con ninguna solución de fondo. En ningún momento tomó las riendas del país ni atacó de llenos los múltiples males que acosan a nuestro país. Solo se limitó a permanecer en el cargo, dilatando siempre las respuestas y eludiendo en todo momento su responsabilidad directa en los errores de sus mediocres subordinados.

Como todos los que despotrican contra el poder, estando en el llano, pero que cuando acceden a este, terminan finalmente deslumbrándose. Se rodeo de una corte de aduladores, chismosos y “cepilleros” que le hacían perder de vista el verdadero panorama. Los mismos que se reían de sus malos chistes, que ocultaban el paradero de todos sus hijos no reconocidos, y que le insinuaban que fuera a dar una vuelta por el mundo, mientras la cosa se enfriaba.

Según algunos aficionados a las matemáticas, nuestro señor presidente en estos cuatro años, tendría casi la mitad de su gestión fuera del país y con una cantidad de kilómetros recorridos que superarían seis veces la vuelta al mundo. La ausencia del presidente del país, en los momentos más críticos, siempre fue un gran motivo de irritación. Tanto como su silencio ante situaciones que debían ser aclaradas.

Nunca le transmitió una cierta sensación paz y seguridad al pueblo. Al contrario, sus mensajes llegaban a tener casi el mismo tenor que cuando predicaba en San Pedro, ya que nunca pudo cambiar su piel de sacerdote y asumir el rol de presidente de la Nación. Siempre eludió sus verdaderas responsabilidades y eso se evidencio cuando en los momentos más difíciles, le endosaba todos los problemas a su vicepresidente. 

Su gestión fue una interminable sucesión de errores, rodeándose no siempre de la gente idónea o bien con sobradas sospechas que entre sus amistades o conocidos, existían guerrilleros. Su ligación con EPP fue desmentida pero sin mucha convicción. La dilatación en la solución del problema campesino fue realmente su perdición. Las reiteradas invasiones a propiedades privadas fue la piedra del escándalo. Hasta las fuerzas del orden, muchas veces eran contenidas con el fin de no dar cumplimientos  a algún desalojo. 

Curuguaty fue una verdadera masacre, que muy bien se pudo haber impedido, sin embargo nada se hizo para evitarlo. Pero la gota que derramó el vaso fue el insípido y ridículo mensaje presidencial, pronunciado cuatro días después del aquel desgraciado suceso y que provocó la ira de todos los sectores. Durante toda su gestión sembró vientos y era lógico que cosechara nada más que tempestades.

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