Cuando la besó, ambos
todavía no habían pecado. Solo se cometió un delito, él le robó un beso.
Ella tenía los labios
frescos como un bosque. Suave como el viento de la mañana que se
abre paso entre las hojas y la mueven tiernamente.
Al momento del
delito, los ojos de ella se cerraron para no olvidar ese momento. Él lo percibió.
Ella aceptaba el robo porque sus labios se cerraban y abrían con cada
movimiento.
Todo ocurrió rápido. Fugaz
como una estrella. El resplandor de un rayo duró ese encuentro. Fue eterno para
la mente de él, pero tan solo un instante para sus labios. Era lo que los
astros deseaban.
Ella sonrió. Le gustó,
pero la moral aprendida, le impedía consentir el hecho. Debía actuar con rapidez. Un minuto
más y toda esa moralidad aprendida estaría volcada con ellos en el suelo. Quizás ellos dos
también.
Vaya uno a saber lo que pasa cuando los astros se alinean y describen
en el cielo la escena del destino.
Él lo deseó
siempre.
Como el caballero que busca el Santo Grial, entendió que el momento de
tomar el Cáliz y beber su contenido, era
de sólo un instante. Ese tiempo no se repetiría nunca más.
Siempre supo que seria
un único y último acto, antes de separarse. No habría en el futuro otro
instante en que esos labios se abrieran, nuevamente, para recibir los suyos.
En aquel momento…,
un intervalo. Hoy, cada vez más
distantes.
Ella no habla y su
silencio tortura el alma de Él. Sufre pensando
con repetir lo que sabe que nunca más volverá. Del Manantial fresco, solo se
bebe una vez.
Ya los astros se
han desalineado. La distancia es inmensa, como inmenso fue el trayecto para
llegar a sus labios. Pero cuando empezaron a separarse, el calor de ambos
cuerpos se sentía aún.
Atracción y Repulsión.
Leyes de la Física. Una ley natural atraída por el magnetismo de sus cuerpos físicos. Ese
extraño fenómeno de dos energías contenidas que al momento de alinearse los
astros, se atrajeron para eclipsarse en un momento, en una fracción de placer.
En la distancia,
solo queda el recuerdo de ese beso que distancio las almas, pero acercaron los
labios.
De lejos, él
mira los astros, esperando que se vuelvan alinear.
Él espera a los astros.
Ella..., “que no se vuelva a repetir”.
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