Por Salvatore Brienza
Iturbe, una ciudad atemporal.
Antigua casa comercial Mascheroni |
¿Qué pasará con toda esta
realidad?. Se cerraron las grandes casas
comerciales de antaño. Quizás, porque el “modelo matrimonial de conveniencia
fabrica/pueblo” ya no funcionaba.
Incluso el ferrocarril, dejó de
venir. Su llegada, que era siempre noticia, dejó de anunciar la venida de los “arribeños”.
Los caminos siempre fueron intransitables, como los caminos de los reclamos de
los trabajadores.
Iturbe es una sociedad
tradicional.
Vivienda de Don Nenito Yubi |
Esta crisis económico-social, es
la realidad que se presenta en el día a día de los hombres y mujeres del pueblo.
Es una sociedad tan tradicional que nos son capaces de construir una sola voz
para defender sus derechos.
La ciudad se debate en la agonía.
La formación de su gente, es tradicional. Nada ha cambiado en el Manorá de Roa
Bastos, y desde el “Trueno entre las hojas”, este hijo adoptivo de Iturbe, nos
gritaba que el verdugo del pueblo era la fábrica de azúcar.
Cuando éramos niños, vivíamos
orgullosos de nuestra realidad, de ser hijos de obreros, ser proletarios y también de nuestros “señores feudales”. Y éramos
más felices porque nuestros padres trabajaban en la azucarera y convivíamos con
esa realidad. Muchos de nosotros, quisimos ser adultos para algún día trabajar
en la misma.
El pueblo vivía, -porque hoy
agoniza- en la medida del tiempo de la industria. Los tiempos de la fábrica
eran los tiempos de las familias. Su sirena anunciaba los cambios de turno, las
festividades más importantes y la navidad y el año nuevo. El ulular de esa
sirena, era la confirmación de que todo funcionaba bien. Cuando la fábrica
paraba, era noticia en el pueblo. Pero era por superproducción, porque los
cañeros (productores de caña de azúcar) enviaban sus mercaderías y estos sobrepasaban
la capacidad del trapiche.
Ambos, pueblo e industria, compartían
un solo destino y aún lo comparten. Una -el pueblo- está en terapia, la otra -la
industria- ha muerto.
Azucarera Iturbe |
Los sentimientos, con esta
realidad están encontrados. Por un lado queremos que la azucarera pague a sus obreros
y proveedores. Y por el otro, todos sabemos que la ciudad sólo sabe vivir de la
industria del azúcar. No hay otras opciones de rentabilidad, las pocas
iniciativas no prosperaron, porque quizás, siempre se deseó reavivar ese amor
eterno.
Estación del Ferrocarril de Iturbe |
No es fácil, el futuro es
incierto. El gobierno promete algo, pero nada es seguro. Este no es el Rumbo
que debe tomar la sociedad iturbeña. Debemos pensar diferente. Ya no mirar a la
azucarera, ni al rio. Debemos mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos: “¿Que
puedo cambiar, para que cambie mi realidad?”
1 comentario:
bella cuidad de iturbe donde descanza mi amado padre al cual viste nacer y crecer corriendo por tus polvorientas calles... extraño esos dias de mi infacia en los cuales íbamos a visitar a tios y tias que tan alegres nos recibian... como no extrañar esos tiempos tan lejanos ya...
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