4 de octubre de 2014
Cuando yo era un niño, y de eso hace mucho tiempo, la mayoría de los chicos de mi edad queríamos ser bomberos.
No sabría hoy como explicarlo, pero veíamos en ellos, un coraje, un poder de decisión y un gran espíritu de servicio que no solo nos conmovía, si no que hasta queríamos imitarlo.
Cuando yo era un niño, y de eso hace mucho tiempo, la mayoría de los chicos de mi edad queríamos ser bomberos.
No sabría hoy como explicarlo, pero veíamos en ellos, un coraje, un poder de decisión y un gran espíritu de servicio que no solo nos conmovía, si no que hasta queríamos imitarlo.
Tener un amigo bombero no solo era lo máximo, también llegaba a despertar la envidia de los otros niños del barrio.
Su característico y reluciente uniforme no solo infundía respeto a su noble tarea, sino al tenerlos cerca, nos otorgaba cierta seguridad. Si bien esa es una visión lejana y bastante romántica, no dejo de reconocer que con el paso del tiempo las cosas se fueron ajustando a la realidad.
Y aunque han pasado muchas estaciones, desde mi niñez, nunca deje de admirar a su loable y meritoria tarea.
Nunca me ha dejado de asombrar ese sentimiento tan noble, que ellos tienen, por ayudar al semejante, que incluso llegan a poner en riesgo, hasta su propia existencia. ¿Cuántas vidas ellos han podido salvar sin siquiera recibir un simple gracias a cambio?
Aunque parezca mentira, un gran porcentaje de las víctimas se olvidan rápidamente de sus salvadores. Y pensar que con un simple “gracias” sería suficiente recompensa para aquellos, que de esta arriesgada profesión, hacen un verdadero apostolado.
Hoy en día, los bomberos han diversificado sus funciones especificas, dedicando su atención a una gran variedad de emergencias, muy especialmente con aquellas relacionadas con los “accidentes” de tránsito.
He remarcado entre comillas, la palabra accidente, ya que la mayoría de estos, involucra a conductores ebrios o que hacen gala de su falsa pericia con la alta velocidad, terminando por lo general, estampados contra un solitario poste de energía eléctrica.
Con lo que se desvirtúa totalmente el tradicional concepto de accidente para transformarse en un simple suicidio. Nadie sabe cuan
difícil es la vida que llevan los esforzados bomberos en su cotidiano trajinar. Especialmente la que llevan los voluntarios esteños quienes no solo deben luchar contra todo tipo de peligrosos imprevistos, si no con muchas carencias dentro del mismo cuartel.
Deben recurrir a la gente de buen corazón para que le suministre víveres o dinero para comprarlos. A esto debemos sumarle una insuficiente infraestructura como para abastecer a una creciente población de casi 400 mil personas.
Los Bomberos Voluntarios de Ciudad del Este, están cumpliendo 21 largos años de fructífera labor a la comunidad esteña. Si bien en un principio el significado de bombero era la persona encargada de apagar un incendio, con el tiempo, las mismas exigencias de este trabajo fueron ampliando sus requerimientos.
Ellos, que a lo largo de los años han brindado tanto amor y ayuda a mucha gente desesperada, no deberían vivir rodeada de la indiferencia de aquellos que piensan que jamás tendrán que utilizar sus servicios.
Cuando tenga algún tiempo libre, acérquese al cuartel más cercano a su casa y pregunte en que los puede ayudar. Puede ser que su suerte también mejore ostensiblemente.
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