En estos días de controversia entre Estudiantes, Docentes
y Administradores de las Universidades, salta de nuevo el “viejo maligno”…, la
masonería.
Que los masones son esto, aquello y más allá. Que la
masonería es anti-esto, aquello y acullá. Que la masonería promueve la lucha de
clases, la división de la familia, las élites privilegiadas, el anticomunismo,
el capitalismo salvaje, el libre mercado, la libertad de pensamiento, de opción
sexual y muchos otros males que aquejan a la humanidad. Que las guerras son por
intereses de los masones. Que los mismos se reúnen para protegerse entre ellos
y se ayudan como si fueran una gran corporación de ricos y que trabajan para el
Nuevo Orden Mundial.
Pero lo que más impresiona es la incapacidad de las personas en separar los conceptos que esgrimen para atacar a una institución que tiene más de mito que de realidad.
Pero lo que más impresiona es la incapacidad de las personas en separar los conceptos que esgrimen para atacar a una institución que tiene más de mito que de realidad.
Para entender un poco este tema de la Masonería les
contaré algo que sucedió. En una oportunidad, un hermano decidió contratar un
servicio de limpieza para el local de reunión de la Logia. El día que iba a
realizar el servicio se presentó. El hermano le abrió el local y al ver todos
los elementos y símbolos juntos, esta persona quedó impresionada. No quiso
ingresar al local.
Con calma, el hermano le dijo: “Allá en el centro de la
sala hay un libro, es el Libro Sagrado para nosotros, anda y mira que libro es.
Luego me vas a decir si quieres trabajar aquí o no”.
Esta persona fue, miró y descubrió que se trataba de la
Biblia. Tomó el puesto de limpiador del recinto de reunión. Trabajó más de 15
años, en silencio.
Cuando decidió retirarse del servicio, el mismo hermano que
lo contrató pero más viejo le dijo: “Hermano, espero que no te hayamos hecho
trabajar tanto en estos 15 años”.
Esta persona contestó: “Yo soy Pastor hace 14, quise ser
Sacerdote de joven y he aprendido tanto en todos estos años de trabajar aquí. Porque
cada vez que acudía a limpiar me daba cuenta que había algo nuevo para
descubrir entre estos símbolos. Cada uno de ellos me decía algo. Y cuando
sentía dudas, abría el Libro Sagrado. En una oportunidad, puse una silla frente
al Altar y recé por todos ustedes. Sin embargo, parecía que todo el recinto
estaba lleno y ustedes presentes. Sentí eso, y pensé que estaba loco. Sin
embargo, nunca más me sentí solo”.
La masonería no es una institución tenebrosa. Es una
institución donde cada uno construye su Templo interior y una vez abierto los
oídos, aparecen los Maestros de Sabiduría que enseñan.
Por ello, considerar que ser Masón es ser ateo es tan
sólo ignorancia. Hay masones que son ateos y se les respeta porque entre
aquellos todos somos iguales.
La masonería es una institución “eminentemente filosófica,
humanista y por sobre todo filantrópica” cuyos secretos están basados en
“alegorías y símbolos universales” que indican el camino de “perfección del ser
humano” todo ello bajo ciertos principios y códigos que rigen a los masones
durante su carrera que “nunca termina”.
Uno de estos símbolos es el Libro Sagrado que debe formar
parte del mobiliario de cualquier Logia. En la historia de la humanidad ha
habido muchos libros considerados Sagrados por los grupos humanos. Desde los
antiguos textos caldeos, babilónicos, egipcios, griegos o indios; pasando por
los Hebreos y Cristianos, hasta llegar a considerar que no es necesario que
haya un libro sagrado. Tal es el caso de otros grupos masónicos “más
progresistas” como los Masones de Francia que consideran un despropósito hablar
de Libertad, Igualdad o Fraternidad si se tiene un libro de determinado grupo
religioso o invocar a un ser divino, de acuerdo al grupo mayoritario de la
reunión.
No debemos caer en el engaño de considerar que los masones son “perfectos o que
no cometen delitos” porque esto sí es un error. Muchos masones cometieron
delitos penados y castigados por la ley del estado donde viven. Lastimosamente,
“por una manzana podrida, se rechaza toda la producción”, y esto sucede porque
la institución es humana y formada por seres “perfectibles”.
El resto es cuestión del cristal con que se mira.
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