Por Tito Benítez
Los
sucesivos gobiernos no han podido responder con un plan que ayude a salir de la
acuciante pobreza en la que viven los campesinos en Paraguay.
La
presencia de los mismos, que llevan más de quince días en la capital del país,
es el reflejo más fiel de que han fracasado los gobiernos.
Han
fracasado sus propuestas, si es que la tuvieron. Todo ha quedado en el mero
discurso, lo que demuestra una vez más que la clase pobre sólo es importante
para las campañas políticas, donde son usados como bandera para llegar al
poder.
Carecemos
de Políticas Publicas efectivas para la educación, salud, seguridad, trabajo, energía.
En definitiva, no tenemos nada. Hasta el momento, no podemos saber cuál es el
norte del país de aquí a 10, 15 o 20
años. Vivimos el día a día, tapando agujeros. Donde las decisiones políticas
más que solucionar, ahondan la
problemática.
Vamos,
lentamente, tocando fondo. En la medida que pensamos en conceptos como condonación,
refinanciación, subsidios, o como quiera que se llame, es imposible luego querer
argumentar que con esto solucionamos el problema. Ponemos la carreta delante de
los bueyes.
Nada
solucionamos cuando pagamos cuentas ajenas, Porque no va acompañado de un plan
que le ayude a no caer en el mismo error. Si seguimos así, cada año veremos
marchas y contramarchas. Hoy, son campesinos, mañana serán otros.
Por
otro lado, como sociedad también fallamos. Elegir mediante nuestro voto a muchos
que hoy ocupan espacios de poder, y no poder quitarlos por sus manejos poco
claros, es lo que nos hunde cada vez más. Cuando dejamos que otros elijan las
políticas que a ellos les conviene, demostrando nuestra mayor indiferencia, es
cuando estamos errando el camino.
Cuando
nos callamos o nos distraemos en superficialidades que no construyen nada, es
cuando damos poder a otros para dirigirnos sin control.
La
culpa es nuestra cuando no hacemos nada para cambiar. Así como los campesinos,
vivimos las mismas miserias que ellos. De la misma forma, somos privados de nuestros derechos más
básicos.
Evidentemente,
la marcha de los campesinos en la ciudad colabora aún más con el caos y no tiene por qué generar
simpatías ya que de cierto modo viola nuestros derechos.
El
problema es que si no fuera por este caos causado, no figuraría en la agenda política y mediática. Llegamos a
tal punto que si no fuera así, ni siquiera estaría escribiendo este artículo.
Ahora
que estamos viendo y podemos, de cierto
modo, dimensionar la realidad de los campesinos, debatamos como corresponde. Algo
hay que hacer. No podemos quedar callados porque no somos campesinos, aunque
muchos provengamos de la misma raíz.
Dentro
de todo, aunque estemos en desacuerdo con sus acciones son también paraguayos
que nos invitan a reflexionar qué caminos estamos tomando como país.
Al
final, no todo es Nefertari y Ramses, aunque en este país, las plagas sobren.
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