
“Víctor Hugo dijo que el crimen es un golpe de Estado dado desde abajo.
También para Nietzche el delito menor es una revuelta contra el poder
establecido “ (Foucault, 2012)
La persecución
política a través del discurso y las acciones que convierten en crimen un
reclamo social o un acto político, me permitió recordar un extracto de la
entrevista realizada por Robert Lefort, en 1977 en el capítulo denominado “Michel Foucault; la seguridad y
el Estado” del libro “EL PODER, UNA BESTIA MAGNIFICA” (Foucault,
2012) .
Este texto recopila entrevistas, escritos y cursos que dio Foucault en
diferentes situaciones y que “revisa la función
de la policía, las interpretaciones del terrorismo y de la violencia política,
la medicalización de la sociedad y la situación de las instituciones
penitenciarias” (Foucault, 2012) . También nos
habla de cómo se fueron ejerciendo el poder y se construyeron ciertas normas
que hoy, parecieran naturales; pero que sirvieron, y sirven aún, para
estigmatizar al enemigo y conseguir etiquetarlos como delincuentes o criminales.
En la entrevista
le preguntaron: “¿Las víctimas de la
represión son un potencial revolucionario?”. A esto Michel Foucault
responde que “El problema es importante y
muy interesante: es la cuestión de la significación del valor político de la trasgresión,
la criminalidad. Hasta fines del siglo XVIII pudo haber una incertidumbre, un
pasaje permanente del crimen al enfrentamiento político. Robar, incendiar,
asesinar, era una manera de atacar el poder establecido.”

Es muy clara
la respuesta de Foucault a decirnos que el poder, a través de un Código Penal, busca
etiquetar, y por sobre todo categorizar estigmatizando a los sectores críticos y
progresistas como criminales.
Recordemos la
persecución que vienen sufriendo los campesinos que reclaman tierras, pasando
por Paraguayo Cubas, Celso Miranda “Kelembu”, Jorge Britez, Katya González,
Pedro Espinoza y muchos otros, incluso con “montaje de parte de los servicios
de seguridad”, que utilizan todo su poder para incluir a estas personas en la categoría
de Criminales, y de esa manera inutilizar su carrera política.

En otro punto, Lefort construye una justificación desde el poder bajo distintos aspectos, diciendo que: “Así como en la Edad Media las brujas justificaron la Inquisición, los criminales justifican la policía, y los locos, los asilos”. Sobre esto Foucault reflexiona diciendo que: “Es preciso que haya delincuentes y criminales para que la población acepte la policía, por ejemplo. El miedo al crimen que el cine, la televisión y la prensa atizan permanentemente es la condición para que se acepte el sistema de vigilancia policial”.
Esto cierra
ese concepto, bien stronista de que “la calle es de la policía” y no de los ciudadanos.
Aunque estos últimos, pueden, ante los abuso del poder, manifestarse en contra.
El poder, de alguna manera, busca construir esa peligrosa paridad que conviven en una sociedad, donde hay crítica. Para un criminal, la prisión. Para un loco, el manicomio. Para un ignorante, la escuela. Para un enfermo, el hospital. Todas instituciones que ayudan a controlar a la población.
El poder, de alguna manera, busca construir esa peligrosa paridad que conviven en una sociedad, donde hay crítica. Para un criminal, la prisión. Para un loco, el manicomio. Para un ignorante, la escuela. Para un enfermo, el hospital. Todas instituciones que ayudan a controlar a la población.

En conclusión, cuando el poder establecido utiliza estos conceptos en sus discursos estamos hablando de los inicios de la dictadura. La instalación de la figura del criminal o delincuente para justificar su acción represiva. Acción que queda en manos de la policía.
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