“Es el dolor paraguayo que renace
nuevamente, en cada marzo, cuando se inician las sesiones del congreso y deben
ser analizados el presupuesto del estado paraguayo, las emisiones de
bonos, ascensos de militares y policías y muchos otros temas que son discutidos
en este mes.”[1]
Cuando a
Julio César, emperador romano, le avisan que debe cuidarse de los IDUS DE
MARZO, no le da mucha importancia porque eran los últimos días y nada había sucedido.
Según el texto de Plutarco, "Lo
que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave
peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado,
llamó al vidente y riendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que
el vidente contestó compasivamente: «Sí, pero aún no han acabado»".[2]
Sin embargo,
al ingresar en el SENADO, un grupo de sus partidarios y amigos lo rodean, y
entre todos lo asesinan antes de ocupar su lugar. Es la representación del “asesinato
político” por antonomasia.
Si bien los
IDUS, tenían lugar los días 13 de cada mes, menos en los meses de marzo, mayo,
julio y octubre, donde era el 15, eran considerados tiempos de buenos augurios.
Sin embargo, el asesinato de Julio Cesar, lo convirtió en señal de malos
augurios.
En nuestro país,
el mes de marzo no ha sido diferente.
Desde que cayó la dictadura en 1989, el mes de marzo ha sido testigo de grandes hechos que cambiaron nuestro modo de ver la democracia.
Desde que cayó la dictadura en 1989, el mes de marzo ha sido testigo de grandes hechos que cambiaron nuestro modo de ver la democracia.
El último ha
sido el 31 de marzo de 2017, cuando atropellaron la sede del Partido Liberal y
mataron a Rodrigo Quintana.
¿Quién ideó
y organizo políticamente? ¿Quién comando desde las instancias gubernamentales? ¿Quién
ordenó el atropello?
Esas son las preguntas que hoy nadie quiere responder.
La ciudadanía exige el castigo a quienes han cometido, en nombre de la democracia, la violación de algunos de los derechos fundamentales de nuestra sociedad.
Esas son las preguntas que hoy nadie quiere responder.
La ciudadanía exige el castigo a quienes han cometido, en nombre de la democracia, la violación de algunos de los derechos fundamentales de nuestra sociedad.
Por un lado,
la libertad de asociación y por otro, la libertad para manifestarse libremente.
Estos
principios se violaron de manera tajante ese día del atropello a la Sede
Partidaria.
Ni
Stroessner se atrevió a tanto.
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