Por
Salvatore Brienza
Un día, íbamos
con un amigo por la Ruta 2 y quedamos en el cruce del Km 7. En aquellos tiempos,
era un caos cruzar ese nudo gordiano del tráfico vehicular de Ciudad del Este. Hoy estamos gastando millones para solucionar ese problema.
Este amigo
me dice, - Si no fuera por los policías de
tránsito esto sería un caos.
En realidad,
aún con los policías, era un caos. Los autos se adelantaban por la banquina,
las motos cruzaban por cualquier lado y el conductor más atrevido, ya avanzaba
apoyando el paragolpes en el propio policía de tránsito para que libere el
paso.
Me
preguntaba, y las leyes de tránsito, aquí no se aplican?.
En realidad,
no se aplican porque como sociedad no nos interesa respetarlas. Las leyes no necesariamente
son para imponer, sino para permitir la
buena armonía de los ciudadanos.
En países y ciudades
más avanzadas, las leyes se cumplen. Pero en Paraguay, para la ley “hay un amigo”, “la biblioteca dice una cosa”,
“la teoría de fulano es la correct” o el más tradicional “terehona suízape, estamosnio en Paraguay” son
los argumentos para “derogar cualquier Ley” en el pensamiento colectivo y popular.
En estos días
de intensas conversaciones, en distintos grupos y redes sociales, me hicieron
reflexionar sobre el tipo de sociedad que pretendemos.
Hay algunos
que miran “lo colectivo”, otros “el individualismo”, hay quienes
propugnan “la supresión de los controles
del estado” e incluso, “la desaparición
del estado” como tal. Hay quienes proponen que “el estado debe dar todas las garantías para que haya inversiones y
convivir en la sociedad” o que “el
estado debe ser administrado por el pueblo, defendiéndolo de las
arbitrariedades de los que se oponen al estado”.
Bueno, hay
de todo en la viña del Señor.
Pero lo
real, único y verdadero por el momento, es que las próximas elecciones internas
de los partidos políticos, primero las juveniles en la ANR y luego las internas
para elegir candidatos a Concejales e Intendentes, será clave para entender
hacia dónde apuntamos como sociedad.
Todos los días,
los medios de comunicación nos hablan de “corrupción”,
“enriquecimiento ilícito”, “tráfico de influencia”, “licitaciones amañadas”, “jueces
y fiscales que cambian resoluciones” e incluso, la posibilidad de que “un certificado del coro parroquial” ya
sea suficiente para ser Ministro de la Corte, hacen que esta sociedad esté al
borde del abismo.
¿Por qué la
sociedad? ¿Por qué no el individuo?
Porque
nuestros hábitos como sociedad es el fruto de nuestras contradicciones y
decisiones individuales. Así funciona en todo el mundo. Por eso, no todas las
decisiones individuales son egoístas, y si lo son, de alguna manera afecta al
colectivo.
¿Por qué
digo que no todas las decisiones son egoístas? Porque existe una virtud,
exclusivamente humana, que se llama altruismo y es el proceso por el cual un
individuo, actúa para satisfacer necesidades de otros sin más recompensa que
hacer el bien.
Se sabe de
animales que tienen “comportamientos altruistas”, pero no necesariamente son
racionales, en muchos casos son instintivos de la especie, o por reflejo innato
de su comportamiento como especie.
Lo que
planteo es, ¿hasta cuándo como sociedad dejaremos que los mediocres sigan
ocupando cargos electivos?
¿Hasta cuándo
permitiremos que nuestras acciones individuales, dejen el camino libre a que
los mediocres ocupen cargos de relevancia política para la sociedad?
¿Por qué
excluimos de elegir a los más capaces que están en otros partidos?
¿Por qué no elegimos
a los que tienen un mejor perfil para dirigir nuestra sociedad?
Podemos dar
las mejores charlas sobre como cambiar nuestra sociedad, elegir el modelo utópico de sociedad que queremos, elevar los mejores
discursos para convencer a nuestros seguidores, santificar la mejor biblioteca
que podamos tener en nuestras casas.
Pero si
seguimos dando espacio a los mediocres, deberemos aprender a convivir en el
caos.
Y los únicos
responsables, somos nosotros en nuestra individualidad.
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