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miércoles, 18 de marzo de 2020

TENEMOS UNA SOLA OPORTUNIDAD

Por Salvatore Brienza
En estos tiempos de cuarentena y toque de queda, está saliendo la filosofía de muchas personas para pensar la realidad que se está viviendo.
Uno de los análisis que hago sobre la situación que nos toca vivir como humanidad y como paraguayo, es que la naturaleza, víctima de la ambición del hombre moderno, del consumidor empedernido, del homo sapiens, del guerrero infernal, del constructor de Pirámides y explorador del espacio infinito, ha tenido que recluir al ser humano a su casa para entender que nada, ni el dinero, ni el poder, ni los misiles o la prepotencia –como la de Bolsonaro, que calificó de histeria- pueden contra ella.
Para hacernos entender lo frágil que es el sistema, ha utilizado a un virus.
 Quizás el COVID-19 (Coronavirus) sea la más pequeña de las criaturas del planeta y nos obliga a “refugiarnos en nuestras casas”, amenazados por su letal presencia.
Ahora, no hay régimen, país pobre o potencia hegemónica, democrática o dictatorial que pueda hacer frente ante tamaño peligro para nuestra especie. 
En nuestro país, los gobernantes (salvo algunas raras oportunidades y excepciones) se han pasado lapidando los recursos del estado, repartiendo cargos entre sus amigos y familiares, utilizando el dinero público como su caja chica y disponiendo de los recursos destinados a Educación y Salud para beneficio personal y no para la ciudadanía. 

Durante cuánto tiempo, la sociedad, las organizaciones sociales y especialmente, los profesionales médicos que fueron Ministros de Salud (en algunos casos, valga la aclaración) o Directores del Hospital de Clínicas (El hospital de los pobres), han reclamado que el dinero destinado a Salud era escaso e insuficiente para enfrentar situaciones como la que estamos viviendo.
Hasta ahora recuerdo la mayor tragedia civil del Paraguay, el incendio del Supermercado Ykua Bolaños. Ese día, todo colapsó. Y fueron más de 400 muertos en una sola mañana. Todos ayudaban, todos donaban, todos nos uníamos en una sola voz para decir “No cierren las puertas”.
Sin embargo, nunca aprendimos esa lección.
Nuestros diputados y senadores se asignan dietas multimillonarias, seguros médicos VIP, viajes en primera clase, Secretarias y Jardineros de ORO, y la población en general, sólo recibe migajas.
La clase empresarial, acostumbrada a vivir de las tetas del estado, porque no podemos negar que muchos “empresarios viven ganando licitaciones y apostando al libre mercado” o beneficiados con bajos impuestos; pero, en el fondo, regulado por ellos y sus amigos políticos.
Nuestra clase política es idiota. No hay dudas de eso. Me disculpan los amigos políticos, pero es así. Ya lo decía uno de los más grandes pensadores y políticos nacionales, el Dr. Cecilio Báez, “El Paraguay es un pueblo de cretinos”.
No lo dijo con el fin de “menoscabar” a la población, sino apostando a que despierte de ese letargo que produce la ignorancia de un pueblo que no sabe distinguir entre un hombre sabio e inteligente y un “ambicioso y egoísta” convertido en dirigente político que sólo va beneficiar a sus amigos y parientes. (Dejo las otras interpretaciones de la frase a los revisionistas).
En estas horas de refugio en nuestros hogares, los políticos dicen que van a donar parte de sus salarios o dietas con el fin de “ayudar al sector de la salud”.
No es esa la solución.

El camino es reorganizar el estado. Quitar a los parásitos que pululan en todos los ministerios e instituciones públicas, en las binacionales e instituciones autárquicas.
Se deben reasignar recursos. Disminuir la cantidad de senadores y diputados, eliminar a los parlamentarios del Mercosur y algunas que otras instituciones departamentales y municipales.
Aumentar el salario del personal médico, enfermeras y profesionales de la salud. Mejorar la infraestructura para evitar estos sofocos. Una población sana, puede educarse mejor.
Pero luego de esta PANDEMIA, ya nada será igual que antes.
Mientras no se encuentre una vacuna, y si se encontrare, estaremos indefectiblemente, enterrando a nuestros seres queridos mientras esperamos los recursos para comprar.
La sociedad paraguaya, en su mayoría, está respetando todas las recomendaciones de las autoridades.
Encerrados en nuestras casas. Esperemos que al terminar esta dura jornada, no estemos de nuevo llorando por medicamentos, camas de terapia o recursos para personal de blanco.
Es hora de pensar. Es hora de cambiar. Tenemos una sola oportunidad.

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