Por Salvatore Brienza
En estos
tiempos de cuarentena y toque de queda, está saliendo la filosofía de muchas
personas para pensar la realidad que se está viviendo.
Uno de los análisis
que hago sobre la situación que nos toca vivir como humanidad y como paraguayo, es que la
naturaleza, víctima de la ambición del hombre moderno, del consumidor
empedernido, del homo sapiens, del guerrero infernal, del constructor de Pirámides
y explorador del espacio infinito, ha tenido que recluir al ser humano a su
casa para entender que nada, ni el dinero, ni el poder, ni los misiles o la
prepotencia –como la de Bolsonaro, que calificó de histeria- pueden contra
ella.
Para
hacernos entender lo frágil que es el sistema, ha utilizado a un virus.
Quizás el COVID-19 (Coronavirus) sea la más
pequeña de las criaturas del planeta y nos obliga a “refugiarnos en nuestras
casas”, amenazados por su letal presencia.
Ahora, no
hay régimen, país pobre o potencia hegemónica, democrática o dictatorial que pueda
hacer frente ante tamaño peligro para nuestra especie.
En nuestro país,
los gobernantes (salvo algunas raras oportunidades y excepciones) se han pasado
lapidando los recursos del estado, repartiendo cargos entre sus amigos y
familiares, utilizando el dinero público como su caja chica y disponiendo de
los recursos destinados a Educación y Salud para beneficio personal y no para
la ciudadanía.
Durante cuánto
tiempo, la sociedad, las organizaciones sociales y especialmente, los
profesionales médicos que fueron Ministros de Salud (en algunos casos, valga la
aclaración) o Directores del Hospital de Clínicas (El hospital de los pobres),
han reclamado que el dinero destinado a Salud era escaso e insuficiente para
enfrentar situaciones como la que estamos viviendo.
Hasta ahora
recuerdo la mayor tragedia civil del Paraguay, el incendio del Supermercado
Ykua Bolaños. Ese día, todo colapsó. Y fueron más de 400 muertos en una sola
mañana. Todos ayudaban, todos donaban, todos nos uníamos en una sola voz para
decir “No cierren las puertas”.
Sin embargo, nunca aprendimos esa lección.
Nuestros
diputados y senadores se asignan dietas multimillonarias, seguros médicos VIP,
viajes en primera clase, Secretarias y Jardineros de ORO, y la población en
general, sólo recibe migajas.
La clase
empresarial, acostumbrada a vivir de las tetas del estado, porque no podemos
negar que muchos “empresarios viven ganando licitaciones y apostando al libre
mercado” o beneficiados con bajos impuestos; pero, en el fondo, regulado por
ellos y sus amigos políticos.
Nuestra
clase política es idiota. No hay dudas de eso. Me disculpan los amigos políticos,
pero es así. Ya lo decía uno de los más grandes pensadores y políticos nacionales,
el Dr. Cecilio Báez, “El Paraguay es un pueblo de cretinos”.
No lo dijo
con el fin de “menoscabar” a la población, sino apostando a que despierte de
ese letargo que produce la ignorancia de un pueblo que no sabe distinguir entre
un hombre sabio e inteligente y un “ambicioso y egoísta” convertido en
dirigente político que sólo va beneficiar a sus amigos y parientes. (Dejo las
otras interpretaciones de la frase a los revisionistas).
En estas
horas de refugio en nuestros hogares, los políticos dicen que van a donar parte
de sus salarios o dietas con el fin de “ayudar al sector de la salud”.
No es esa la
solución.
El camino es
reorganizar el estado. Quitar a los parásitos que pululan en todos los
ministerios e instituciones públicas, en las binacionales e instituciones autárquicas.
Se deben
reasignar recursos. Disminuir la cantidad de senadores y diputados, eliminar a
los parlamentarios del Mercosur y algunas que otras instituciones
departamentales y municipales.
Aumentar el salario del personal médico, enfermeras y profesionales de la salud. Mejorar la infraestructura para evitar estos sofocos. Una población sana, puede educarse mejor.
Aumentar el salario del personal médico, enfermeras y profesionales de la salud. Mejorar la infraestructura para evitar estos sofocos. Una población sana, puede educarse mejor.
Pero luego
de esta PANDEMIA, ya nada será igual que antes.
Mientras no se encuentre una vacuna, y si se encontrare, estaremos indefectiblemente, enterrando a nuestros seres queridos mientras esperamos los recursos para comprar.
Mientras no se encuentre una vacuna, y si se encontrare, estaremos indefectiblemente, enterrando a nuestros seres queridos mientras esperamos los recursos para comprar.
La sociedad
paraguaya, en su mayoría, está respetando todas las recomendaciones de las
autoridades.
Encerrados en nuestras casas. Esperemos que al terminar esta dura jornada, no estemos de nuevo llorando por medicamentos, camas de terapia o recursos para personal de blanco.
Encerrados en nuestras casas. Esperemos que al terminar esta dura jornada, no estemos de nuevo llorando por medicamentos, camas de terapia o recursos para personal de blanco.
Es hora de pensar. Es hora de cambiar. Tenemos una sola oportunidad.
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