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domingo, 12 de abril de 2020

Cuarentena post cuaresma

Por Salvatore Brienza
Para mucha gente, llegar a los cuarenta años es sinónimo de que se está tomando el último tramo de la juventud…, y es, a partir de los 50, que ya entramos en la segunda mitad del siglo que nos podría tocar vivir.
Soy de la generación que uso Lotus 123 o Wordstar en las primeras computadoras 286. Que usamos discos flexibles para copiar datos de una computadora a otra. Que vio los Magníficos o Mazinger Z en la televisión en blanco y negro. De los que escuchamos “La voz del coloradismo” en la cadena de radios del régimen dictatorial de Alfredo Stroessner. De los que quitábamos la nota 10 (felicitado) o un “3 pyta’i” como nota en la escuela o el colegio. De los que traducíamos, leíamos y pronunciábamos, correctamente, “Ego primam tollo nominor quia leo” (Yo me llevo la primera parte porque me llamo León) y estudiábamos “Cosmografia” como parte de nuestra formación secundaria.
En esta pandemia por COVID 19 (Coronavirus) estoy viendo a mi generación y las anteriores a la mía, pelear con fuerza contra un mal del que nadie, en el mundo, estuvo preparado.
Como nación, nos recordamos constantemente, que hemos sido casi exterminados en una guerra contra tres países. Que luchamos una guerra por el petróleo que se llevaron los de la Stándar Oil y otras empresas norteamericanas, y que hizo más pobres a Bolivia y Paraguay.
Nos animamos con frases como “el paraguayo es solidario”, “el paraguayo es hechakua’a” y vemos en las calles actos de mucho amor y fe con el prójimo.
Pero en el otro extremo, están los de mi generación y las otras también, que robaron las riquezas de este país, destruyendo sus bosques, traficando sus riquezas, explotando a sus compatriotas por un “mendrugo de pan”. Los que roban las arcas municipales, departamentales y nacionales para enriquecer a sus familiares y amigos, llevando el dinero que correspondía a salud y educación.
Generaciones que amañaron contratos con el estado  o en Uniones, Cámaras o Federaciones de obreros o empresarios, que negociaron contratos y ventajas para dar a sus amigos y parientes el dinero del pueblo. Y la culpa no es de los políticos de izquierda o de derecha. No es del partido colorado, de liberal o el socialista. La culpa no es del gordo, el flaco, el blanco o el negro.
Esta pandemia, nos muestra lo bello de la vida y lo terrible de los que solo piensan en la acumulación de riquezas.
Y es claro que los pobres, los desvalidos, los miserables, son los que sufren en esta cuarentena. Porque ellos son los obreros de las fábricas, las secretarias de las oficinas o los chóferes de  colectivo. Ellos son los que reciben “poca paga”, “no tienen horas extras” o “esperan en las salas de hospitales precarios”. Ellos son el 80% de la población que mueve la economía.
Este es el momento en que debemos de pensar en el verdadero cambio. Que renazcamos como nación luego de la cuarentena. Que podamos “resucitar” para mejorar como país y como ciudadanos.

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