Por Salvatore Brienza
Hoy, 7 de agosto, cumplo 49 años. Estoy a 13 lunas de los 50 años.
Pero la vida nos enseña que vivir es morir a cada instante.
Al mismo tiempo que llegaban los primeros minutos de mi cumpleaños, me enteraba del fallecimiento de una vecina.
Una persona a quién, quizás, por el destino de la vida no frecuente mucho, pero de quién siempre tuve el honor de escuchar solo cosas bonitas, de acciones solidarias y que estuvo siempre presente en momentos difíciles de su barrio y comunidad.
Una mujer que entregó su vida a cuidar la salud de otros. Que se esforzó en formar profesionales de la salud.
Pero no sólo eso.
Una persona que supo valorar lo poco y lo mucho que se puede tener en la vida.
Es por ello que, entre la alegría de mi cumpleaños, conviví el dolor de mis vecinos, e incluso familiares, al ver partir a una persona tan apreciada.
El nacimiento y la muerte, dos extremos de la vida.
Hay un dicho filosófico que habla de que "Cuando yo nací, todos reían pero yo lloraba; cuando yo muera, todos llorarán y yo reiré".
Que ésta vida que hoy disfrutamos, no nos llenen de dolor ni angustia la pérdida de seres queridos.
Que el recuerdo de lo bueno de las personas sea el motivo para seguir adelante.
Con ésta Pandemia, debemos aprender a vivir en la soledad y la solidaridad.
Mucha fuerza a mis vecinos y amigos y muchas gracias por los saludos.
Mantengamos el distanciamiento, y cuidémonos. Porque así cuidamos a los demás.
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