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sábado, 30 de abril de 2022

Educación emocional. Discusiones que permiten reflexionar su importancia


Por Tito Benítez, Psicólogo

La educación por sobre todas las cosas debe ser integral. Y parte de nuestra existencia como seres humanos es la capacidad de sentir, de expresar nuestras emociones, de alegrarnos cuando nos encontramos ante una situación positiva o la de la tristeza cuando la información percibida es negativa. En este artículo se intentará discutir la importancia de la educación emocional y su implicancia en el cotidiano vivir.

Sobrevaloración de lo cognitivo

Hasta hace unos años algunos pensaban que la educación de un alumno consistía en aprender a leer y a escribir. Así como sumar, restar, multiplicar y dividir. Se resaltaba la funcionalidad del cerebro relacionado a las funciones básicas cognitivas. No se tenía en cuenta la emoción como dimensión de la educación en el ser humano.  

Incluso  no se permitía que los niños, principalmente los varones, lloren porque consideraban una expresión de debilidad. Esto testimonia el sacerdote Saro Vera en su libro “El paraguayo. Un hombre fuera de su mundo” ya en 1996 cuando intenta describir cómo es el paraguayo desde su cultura.

Es posible deducir que se percibe que la emoción no era un aspecto fundamental a ser abordado. Al contrario, podría ser reprimida mediante los castigos físicos e infravalorados en el proceso educativo: La persona fuerte es aquella  que no llora.

Es factible considerar que el castigo físico era una forma de lograr una suerte de templanza porque quien soporta el dolor físico supuestamente se tornaría más fuerte. Que en otros términos podemos inferir que lograba la fortaleza, en detrimento de las emociones, intrínsecamente humanas.

Ahora esto no solo se refiere a la capacidad de soportar el dolor físico que creía que mediante esto se lograba la educación del niño. Sino por sobre todas las cosas la negación de la posibilidad de identificar, reconocer y expresar las emociones de uno mismo o del otro. Esto, por más divergentes y naturales sean, se negaban la posibilidad de expresarlas ante un grupo humano inmediato, sea la familia o la comunidad educativa. La negación de lo que se siente se normalizó en el seno más profundo de la concepción de educación.

La concepción más llana era que uno debía aprender a leer y a escribir, no a expresar lo que siente y peor aún si eso que se sentía se tomaba como un desafío a la autoridad.

La autoridad no podía ser cuestionada. Quién ostentaba esa figura se sentía con el derecho a decidir por el otro, sin que necesariamente se tenga en cuenta el universo de emociones que le invadían en ese momento.

Vale la pena cuestionar en este sentido si la prepotencia, tan acostumbrada y tan actual en estos momentos quizás sea el producto de una carencia de la educación de las emociones.

Imponemos mediante la figura que ostentamos porque no hemos aprendido a expresar lo que sentimos, a argumentar nuestras ideas racionales y al temor de que seamos cuestionados por una figura a quien consideramos que no tiene el derecho de manifestar lo que siente o lo que es.

Así también, miremos desde otra perspectiva, quien no se siente con el derecho a manifestar lo que piensa, lo que es, sus emociones, se siente con la obligación de reprimir. La imagen más explícita de la sumisión por la mera sumisión. Y ese temor exagerado de que debo agradar, callar las inquietudes, aunque yo sea objeto de burla, acoso, ridiculización o explotación.

Asumir que es mejor sentirse aceptado que marginado. Callar, antes de que sentirse recriminado. Prefiere el rebaño de los “aceptados” porque los que rebelaron sus intenciones más transparentes son excluidos y declarados rebeldes. Asume la condición más degradante que existe como ser humano: La de un ser autómata.

La pregunta que podemos lanzar luego de esta corta reflexión socio-educativa es cómo ha quedado la salud emocional  de aquellos que han sido educados bajo este modelo educativo.

Evidentemente no se niega la capacidad de progreso económico, del ejercicio de un oficio o profesión, de la conformación de una familia o que sus hijos sean activos miembros de la comunidad o hasta referentes de la sociedad.

La pregunta es a qué costo y qué implica haber cercenado una dimensión tan sensible que es la capacidad de expresar lo que uno siente.  

Lo que se descubierto en estos últimos año

De acuerdo a Gómez Cumpa (2004)  abordar desde la educación emocional permite que el niño pueda aumentar su autoestima, desarrollo de las habilidades sociales que mejoran la convivencia en el aula, en las familias y cuando éstos sean adultos.

Si nos quedamos aquí un poco más podemos preguntarnos cuál es el promedio de consumo de alcohol de adolescentes, jóvenes y adultos actualmente. Teniendo en cuenta que Paraguay es uno de los países el consumo de alcohol por habitantes crece cada día. (Nación, 2015) y esta cultura alcohólico de dónde viene y a consecuencia de qué.

O cuántos amigos, alumnos, padres, colegas están callados padeciendo en silencio la depresión. En Paraguay ya desde el 2019 se registraba un suicidio por día. (La Nación, 2019) ¿Cuántos han aumentado posterior al tiempo de encierro? ¿Por qué preferimos callar nuestros estados emocionales?

En todo caso, cuántos pasan noches en vigilia por los elevados niveles de ansiedad que impiden conciliar el sueño. Según un artículo de La Nación de Paraguay (2021), cada días más la salud mental se deteriora y los más afectados son los jóvenes.

A modo de conclusión: Más que un reclamo, una propuesta para debatir

Quizás deberíamos colocar en el tapete de la discusión sobre nuestra concepción de educación y qué tal saludable es aun pretender educar sin tener en cuenta la educación integral del ser humano.

Paraguay pudo desarrollarse económicamente con avances importantes en las últimas décadas. Lo logramos con mucho esfuerzo. Quizás ahora sea el momento de replantear cómo lo hemos logrado y bajo qué costo.

Porque de qué nos sirve tanto progreso económico cuando la salud mental está tan descuidada donde tenemos enormes ciudades, rutas asfaltadas, teléfonos de última generación en nuestros bolsillos cuando muchos solo piensan que la vida perdió el sentido de la vida o sólo esperan el fin de semana para tomar cuanto alcohol tenga a mano y olvidarse un rato de la angustia de pelear por más razones que justifiquen vivir.

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Bibliografía

Gomez Cumpa, J. (2004). Neurociencia cognitiva y Educación. (J. Gómez Cumpa, Ed.) Lambayeque, Perú : Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo.

La Nación. Jóvenes paraguayos sienten depresión y estrés a consecuencia de la pandemia según estudio. (4 de 11 de 2021). La Nación. Recuperado el 29 de Abril de 2022, de https://www.lanacion.com.py/pais/2021/11/04/jovenes-paraguayos-sienten-depresion-y-estres-a-consecuencia-de-la-pandemia-segun-estudio/

La Nación (25 de 07 de 2015). Encuesta indica un alto nivel de consumo de alcohol en el Paraguay. La Nación. Recuperado el 29 de 04 de 2022, de https://www.lanacion.com.py/2015/07/25/paraguay-ocupa-el-4to-lugar-en-mayor-consumo-de-alcohol/

La Nación  (7 de junio de 2019). En Paraguay una persona se suicida por día. La Nación. Recuperado el 29 de 04 de 2022, de https://www.lanacion.com.py/pais/2019/06/07/en-paraguay-una-persona-se-suicida-por-dia/

Vera, S. (1996). El paraguayo. Un hombre fuera de su mundo. Asunción, Paraguay : El Lector.

 

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