Por Tito Benítez, Psicólogo
La educación por sobre todas las cosas debe ser integral. Y
parte de nuestra existencia como seres humanos es la capacidad de sentir, de
expresar nuestras emociones, de alegrarnos cuando nos encontramos ante una
situación positiva o la de la tristeza cuando la información percibida es
negativa. En este artículo se intentará discutir la importancia de la educación
emocional y su implicancia en el cotidiano vivir.
Sobrevaloración de lo
cognitivo
Hasta hace unos años algunos pensaban que la educación de un
alumno consistía en aprender a leer y a escribir. Así como sumar, restar,
multiplicar y dividir. Se resaltaba la funcionalidad del cerebro relacionado a
las funciones básicas cognitivas. No se tenía en cuenta la emoción como
dimensión de la educación en el ser humano.
Incluso no se
permitía que los niños, principalmente los varones, lloren porque consideraban
una expresión de debilidad. Esto testimonia el sacerdote Saro Vera en su libro
“El paraguayo. Un hombre fuera de su mundo” ya en 1996 cuando intenta describir
cómo es el paraguayo desde su cultura.
Es posible deducir que se percibe que la emoción no era un
aspecto fundamental a ser abordado. Al contrario, podría ser reprimida mediante
los castigos físicos e infravalorados en el proceso educativo: La persona
fuerte es aquella que no llora.
Es factible considerar que el castigo físico era una forma
de lograr una suerte de templanza porque quien soporta el dolor físico
supuestamente se tornaría más fuerte. Que en otros términos podemos inferir que
lograba la fortaleza, en detrimento de las emociones, intrínsecamente humanas.
Ahora esto no solo se refiere a la capacidad de soportar el
dolor físico que creía que mediante esto se lograba la educación del niño. Sino
por sobre todas las cosas la negación de la posibilidad de identificar,
reconocer y expresar las emociones de uno mismo o del otro. Esto, por más
divergentes y naturales sean, se negaban la posibilidad de expresarlas ante un
grupo humano inmediato, sea la familia o la comunidad educativa. La negación de
lo que se siente se normalizó en el seno más profundo de la concepción de
educación.
La concepción más llana era que uno debía aprender a leer y
a escribir, no a expresar lo que siente y peor aún si eso que se sentía se
tomaba como un desafío a la autoridad.
La autoridad no podía ser cuestionada. Quién ostentaba esa
figura se sentía con el derecho a decidir por el otro, sin que necesariamente
se tenga en cuenta el universo de emociones que le invadían en ese momento.
Vale la pena cuestionar en este sentido si la prepotencia,
tan acostumbrada y tan actual en estos momentos quizás sea el producto de una
carencia de la educación de las emociones.
Imponemos mediante la figura que ostentamos porque no hemos
aprendido a expresar lo que sentimos, a argumentar nuestras ideas racionales y
al temor de que seamos cuestionados por una figura a quien consideramos que no
tiene el derecho de manifestar lo que siente o lo que es.
Así también, miremos desde otra perspectiva, quien no se
siente con el derecho a manifestar lo que piensa, lo que es, sus emociones, se
siente con la obligación de reprimir. La imagen más explícita de la sumisión
por la mera sumisión. Y ese temor exagerado de que debo agradar, callar las
inquietudes, aunque yo sea objeto de burla, acoso, ridiculización o
explotación.
Asumir que es mejor sentirse aceptado que marginado. Callar,
antes de que sentirse recriminado. Prefiere el rebaño de los “aceptados” porque
los que rebelaron sus intenciones más transparentes son excluidos y declarados
rebeldes. Asume la condición más degradante que existe como ser humano: La de
un ser autómata.
La pregunta que podemos lanzar luego de esta corta reflexión
socio-educativa es cómo ha quedado la salud emocional de aquellos que han sido educados bajo este
modelo educativo.
Evidentemente no se niega la capacidad de progreso
económico, del ejercicio de un oficio o profesión, de la conformación de una
familia o que sus hijos sean activos miembros de la comunidad o hasta
referentes de la sociedad.
La pregunta es a qué costo y qué implica haber cercenado una
dimensión tan sensible que es la capacidad de expresar lo que uno siente.
Lo que se descubierto
en estos últimos año
De acuerdo a Gómez Cumpa
Si nos quedamos aquí un poco más podemos preguntarnos cuál
es el promedio de consumo de alcohol de adolescentes, jóvenes y adultos
actualmente. Teniendo en cuenta que Paraguay es uno de los países el consumo de
alcohol por habitantes crece cada día.
O cuántos amigos, alumnos, padres, colegas están callados
padeciendo en silencio la depresión. En Paraguay ya desde el 2019 se registraba
un suicidio por día. (La Nación, 2019) ¿Cuántos han aumentado posterior al
tiempo de encierro? ¿Por qué preferimos callar nuestros estados emocionales?
En todo caso, cuántos pasan noches en vigilia por los
elevados niveles de ansiedad que impiden conciliar el sueño. Según un artículo
de La Nación de Paraguay
A modo de conclusión: Más que un reclamo, una propuesta para debatir
Quizás deberíamos colocar en el tapete de la discusión sobre
nuestra concepción de educación y qué tal saludable es aun pretender educar sin
tener en cuenta la educación integral del ser humano.
Paraguay pudo desarrollarse económicamente con avances importantes
en las últimas décadas. Lo logramos con mucho esfuerzo. Quizás ahora sea el
momento de replantear cómo lo hemos logrado y bajo qué costo.
Porque de qué nos sirve tanto progreso económico cuando la
salud mental está tan descuidada donde tenemos enormes ciudades, rutas
asfaltadas, teléfonos de última generación en nuestros bolsillos cuando muchos
solo piensan que la vida perdió el sentido de la vida o sólo esperan el fin de
semana para tomar cuanto alcohol tenga a mano y olvidarse un rato de la angustia
de pelear por más razones que justifiquen vivir.
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Bibliografía
Gomez Cumpa, J.
(2004). Neurociencia cognitiva y Educación. (J. Gómez Cumpa, Ed.) Lambayeque,
Perú : Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo.
La Nación. Jóvenes paraguayos sienten depresión y estrés a
consecuencia de la pandemia según estudio. (4 de 11 de 2021). La Nación.
Recuperado el 29 de Abril de 2022, de
https://www.lanacion.com.py/pais/2021/11/04/jovenes-paraguayos-sienten-depresion-y-estres-a-consecuencia-de-la-pandemia-segun-estudio/
La Nación (25 de 07 de 2015). Encuesta indica un alto
nivel de consumo de alcohol en el Paraguay. La Nación. Recuperado el 29 de 04
de 2022, de https://www.lanacion.com.py/2015/07/25/paraguay-ocupa-el-4to-lugar-en-mayor-consumo-de-alcohol/
La Nación (7 de
junio de 2019). En Paraguay una persona se suicida por día. La Nación.
Recuperado el 29 de 04 de 2022, de
https://www.lanacion.com.py/pais/2019/06/07/en-paraguay-una-persona-se-suicida-por-dia/
Vera, S. (1996). El paraguayo. Un hombre fuera de su
mundo. Asunción, Paraguay : El Lector.
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