Se aprende donde sea, donde vayamos, con lo que hagamos. Nada más depende de la mirada que podamos dar de una u otra experiencia, sea de uno o de otro. Siempre se aprende. Depende más que nada de la actitud con que recibimos.
Los niños van a la escuela no solo para aprender a leer y a escribir. Aprenden a tener amigos, a expresar sus ideas, a compartir lo que aprenden y aprenden de los demás en diversas situaciones. Aprenden no solo del docente, sino de los compañeros, de las diversas situaciones que surgen, así como también se aprende los padres y de cómo se afronta en familia los hechos que de cierto modo condicionan nuestra vida diaria.
Así como no solo se aprende lo que el o la docente te dice, sino de qué y cómo se refleja en la actitud diaria. Es por eso que se considera que el ejemplo valen más que las palabras.
Lo mismo pasa con los padres. Aunque no nos dicen, los niños miran cómo reaccionamos, hasta cómo nos vestimos. Estamos en constante evaluación también de los niños.
Podemos pedir a nuestros niños que dejen de usar tanto el celular en horas de la clase o en la casa mientras se hace la tarea. No obstante, si nos ven que prácticamente el celular se volvió una extensión de nuestro cuerpo, donde hasta para almorzar en familia no nos desprendemos. Bien, es ahí donde tendríamos que analizar qué enseñamos y con eso qué aprenden los niños.
Es por eso, se aprende, siempre se aprende. La pregunta es qué aprende y de quiénes aprende. Si mi hijo me ve leyendo, es posible que el niño naturalmente tienda a querer leer. O si nos ven muy prendidos del teléfono, bueno, es posible que tengamos a hijos colgados del teléfono.
Vuelvo a repetir, se aprende , siempre se aprende. No dejamos de aprender, así como no dejamos de enseñar. El aprendizaje no se limita a la clase, ni a lo que la docente desarrolla en clases. Va más allá de lo que simplemente figura en los libros o en los planes de formación.
Se aprende a leer y a escribir, se aprende sobre ciencias naturales o matemática, pero también se aprende de la conducta diaria de los adultos. Estamos hechos para que aprendamos de unos y aprendan de nosotros. Somos eso que somos por el ambiente que de cierto modo nos condiciona. Somos producto de lo que aprendemos en el día a día. Por eso, se aprende, siempre se aprende.
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