Por Salvatore Brienza
En medio de un acto vandálico que supuestamente pretendía ser una simple travesura, estudiantes liberaron gas pimienta en las instalaciones del Colegio Nacional Tacurú Pucú, provocando la intoxicación de docentes y decenas de alumnos.
Muchos de los menores afectados tuvieron que ser hospitalizados, algunos de ellos incluso quedaron internados.
La gravedad de los hechos no puede ser subestimada, ya que la salud y seguridad de los estudiantes y el personal escolar se vieron comprometidas por este incidente lamentable.
Es muy importante destacar la rápida reacción de estudiantes, docentes, bomberos y centros hospitalarios que dieron cobertura ante el peligro que corrían los afectados. Personalmente, y aunque no sea agradable, me recordó a la reacción ciudadana en el caso Ykua Bolaños.
Por otro lado, a pesar de la confusión, los medios de prensa, tanto de la ciudad como del departamento, han sido muy cuidadosos en el momento de brindar información sobre los heridos, respetando el protocolo de protección de la identidad de los jóvenes, tanto de las víctimas como de los supuestos autores. No así, las redes sociales, especialmente, en los grupos de WhatsApp donde las informaciones se cruzaban sin cotejarse y descuidando el tema de la protección de los niños y adolescentes.
A pesar del desconcierto inicial, propio de los incidentes no previstos, la dirección de turno del colegio y la dirección general aplicaron el protocolo correspondiente y, en el caso de los autores, manifestaron que se tomarán medidas disciplinarias, incluyendo la convocatoria de los padres de los presuntos responsables.
Sin embargo, queda claro que este incidente pone de manifiesto una serie de preocupaciones más profundas que deben ser abordadas tanto a nivel institucional como a nivel de la sociedad.
En primer lugar, este incidente resalta la importancia de promover una cultura escolar basada en el respeto, la responsabilidad y la empatía. Tanto entre alumnos, padres y docentes.
Uno quedaría pensando, ¿porqué padres?. Porque ha habido casos (Torneo Estudiantil 2023) donde padres, docentes y alumnos han protagonizado actos vandálicos que no conducen a nada y solo dejan mal parados a la institución académica.
Los estudiantes, es cierto, deben comprender que sus acciones tienen consecuencias y que el vandalismo y la violencia no son formas aceptables de expresar su frustración o llevar a cabo bromas.
La educación en valores debe ser una prioridad en todas las instituciones educativas, y los programas de prevención del vandalismo y la violencia deben ser implementados de manera efectiva.
Además, este incidente pone de relieve la necesidad de fortalecer la seguridad en las instituciones educativas.
En este sentido, los colegios deben contar con protocolos claros y efectivos para prevenir y responder a situaciones de emergencia como esta. Esto incluye la instalación de sistemas de vigilancia (sensores de humo/calor) la capacitación del personal (Estudiantes y Docentes) en primeros auxilios y la colaboración con las autoridades locales (Municipalidad/Bomberos/Policia Nacional) para garantizar la seguridad de todos los miembros de la comunidad escolar.
Por último, este incidente subraya la importancia de la colaboración entre la escuela, los padres y la comunidad en general.
Es fundamental que los padres estén involucrados en la educación de sus hijos y que trabajen en conjunto con la escuela para abordar problemas de comportamiento y promover un ambiente escolar seguro y acogedor. Aquí es importante destacar que tanto la Asociación Cooperadora Escolar (ACE) y el Equipo de Gestión Institucional (EGI) no funcionan solo con dos, tres o diez personas. Todos deben remar juntos. Esto incluye a todos los docentes y directores.
La comunidad en su conjunto debe unirse para condenar el vandalismo y la violencia en las escuelas y trabajar juntos para prevenir futuros incidentes de este tipo. Un Equipo de Riesgo debería de actuar de manera proactiva en la institución con el soporte de la Municipalidad de Hernandarias para mitigar los futuros incidentes.
En conclusión, el incidente en el Colegio Nacional Tacurú Pucú es un recordatorio de la importancia de promover una cultura escolar basada en el respeto y la responsabilidad, fortalecer la seguridad en las instituciones educativas y fomentar la colaboración entre la escuela, los padres y la comunidad en general.
Solo trabajando juntos podremos garantizar un entorno educativo seguro y propicio para el crecimiento y desarrollo de nuestros jóvenes.
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